Historia corta: Preparativos para el crepúsculo

por Scott McGough el 30 de septiembre de 2013

La subalguacil Turma reconoció problemas inminentes en la banda de matones. La norn sacó su espada hasta la mitad para asegurarse de que no se quedaría atascada y luego la volvió a enfundar y siguió adelante.

Conforme Turma se acercaba a la esquina de la banda, la humana tuerta entre ellos alzó la cabeza y murmuró: —Cuidado. Guardia del León.

El resto, todos hombres, siguió la mirada de la mujer.

—¿Quién te ha dejado salir de Hoelbrak, niña? —dijo el norn de pelo oscuro.

—Eso digo yo, —espetó el segundo. Era rubio y atractivo, pero sus ojos eran fríos y cristalinos. —Me suelen gustar un poco más jóvenes, pero contigo habría una excepción, querida.

—Vale, es grande, —dijo el charr, agitando la cola. Bonita pintura de guerra, oficial,  —afirmó mientras se lamía los labios y miraba de arriba abajo el cuerpo de Turma. Pero ella sabía que no lo movía la lujuria, sino las tácticas: estaba buscando armas y calibrando si podía desenfundar primero.

—Subalguacil, si no te importa, —dijo Turma. Luego sacó la espada bruscamente y lo embistió en la garganta con el mango en un movimiento suave. El charr gorgojeaba mientras se desplomaba.

Turma se dio media vuelta y golpeó a la humana con la parte plana de su espada. Esquivó al norn de cabello oscuro con su brazo estirado y lo derribó junto al charr; a continuación, se giró detrás del rubio y le presionó en la garganta con el borde de su arma.

—¿Sigues dispuesto a hacer una excepción?, —dijo entre dientes—. ¿Querido?

El rubio levantó las manos en señal de rendición. El resto de la banda siguió su ejemplo rápidamente.

—No hemos hecho nada, —dijo la mujer.

—Aquí lo que importa no es lo que hacéis, sino lo que os dejo hacer. Ahora vaciaos los bolsillos.

—¿Qué?

—Ya lo habéis oído. Soltad todo lo que tengáis. El crimen no paga en Arco del León, pero sí los criminales. Haced un montón. No os lo voy a repetir.

Entre gruñidos, los matones formaron un pequeño montón de monedas a los pies de Turma. Esta se agachó y recogió el botín con manos expertas.

Mientras se acercaba su bolso de cuerda, Turma dijo: —Es una gran ciudad. Buscaos otro rincón. Si me vuelvo a cruzar con vosotros, no seré tan benevolente. Ahora, fuera de mi vista.

Turma los vio marchar, dolidos y murmurando, mientras el sonido de las botas de la Guardia del León se aproximaba desde el otro extremo.

—¡Eh, Turma! El capitán Magnus quiere verte.

S-01-Lionguard-Turma

Reconoció a uno de los lameculos de Magnus, pero no recordaba su nombre. Asintió con la cabeza y, con el tesoro robado tintineando en su bolso, se dirigió hacia el cuartel general de la Guardia del León.

En cuanto entró en la sala, Magnus gritó: —¡Bien! Has venido. Estamos sobre la pista de los Filoetéreos y quiero a alguien con mucha mala leche para que les dé recuerdos de mi parte.

Turma apretó los dientes al oír el nombre de los piratas del firmamento. —Con mucho gusto, señor.

—Me gusta esa respuesta. ¿Cuántos amigos y colegas perdiste cuando irrumpieron en el Dragonicidio y acabaron con Theo Ashford?

—¿Amigos, señor? Siete. ¿Colegas? Mucho más.

—Entonces estás suficientemente motivada, —dijo Magnus—. El guarda Idon dice que se están asentando en el Bosque de Caledon. Quiero que los detengas. Que los detengas, los acorrales y destroces todo lo que estén intentando construir. Quiero que se lleven un duro golpe. Y quiero que duela.

—Y yo.

—Improvisaré. Aún se están estableciendo, pero el sistema de seguridad está en marcha. Tendrás que dejar a un lado los convencionalismos. —Magnus sonrió bruscamente—. ¿Crees que podrás hacerte cargo? Sé lo mucho que te gusta ceñirte a las reglas.

Turma le devolvió la misma sonrisa brusca. —Sé que puedo encargarme, señor. Solo espero que estén en casa cuando lleguemos.

S-02-Caithe-and-Turma


El capataz Spur caminaba por el astillero filoetéreo en el Bosque de Caledon. Los piratas del firmamento que no estaban absortos en sus deberes se mantenían alejados del enorme charr. Normalmente, eso habría bastado para alegrarle el día a Spur, pero hoy no había tiempo.

Encontró a Oleoso y a Fogonazo en el exterior de la sala de montaje principal. Como siempre, estaban totalmente blindados en sus equipos especializados, el norn con su aparato de propagación de aceite y la asura con sus lanzallamas incorporados.

S-03-Foreman

—Pero no corren, —decía Oleoso—. Ven lo que podemos hacer y, aun así, siguen allí como si fuéramos a explicarles las cosas.

—Son plantas, —dijo Fogonazo—. No destacan por sus rápidos reflejos, precisamente.

—Tenemos problemas, —dijo Spur—. Y llevan “Scarlet” escrito en la frente.

—¿Tenemos?, —dijo Fogonazo—. Oleoso y yo no tenemos problemas con Scarlet. Nosotros, mi amigo dentudo, somos de fiar.

—Ya no basta con ser de fiar. Hay que ser excepcionales. Scarlet quiere una flota de aeronaves y un ejército de piratas holográficos para luchar junto a la variedad de carne.

—Lo sabemos, —murmuró Oleoso —. Por eso estamos todos aquí.

—Aunque no sé qué pinta la Corte de la Pesadilla, —añadió Fogonazo—. Nunca entenderé cómo logro convencer a esas peonías venenosas para que la dejaran salirse con la suya con este lugar.

—Ojo con lo que dices, —gruñó Spur—. Scarlet tiene una especie de acuerdo con la Corte. Ellos le ceden este espacio para su instalación y ella les ayuda… No sé, a hacer llorar a la gente, o lo que quiera que sea lo que hacen.

—Lo importante es que tenemos más naves en el aire. Si no triplicamos nuestra producción, volverá. Y no se limitará a soltar improperios y exigencias. Se pondrá a lanzar las partes del cuerpo de los que no cumplan el cupo.

Oleoso se encogió de hombros, claramente indiferente. —Venga, moved el látigo y poned en marcha vuestras hachas. En nuestro extremo resistimos. Son tus lacayos los que suponen un problema.

S-04-Sparki-and-Slick

—Sin duda. Oleoso y yo vamos bien de tiempo. Ya hemos despejado la mitad del nuevo espacio. Si a nuestro capitán mercurial le da un berrinche, no será por nosotros.

Los bigotes de Spur se crisparon airadamente. —Típico. Os cubrís vuestras propias colas y al resto que nos den.

Fogonazo hizo un gesto desdeñoso que sonó incluso más brusco conforme retumbaba en el interior de su casco. —Perdona, ¿es que no te ha quedado claro el concepto de “pirata”?

Oleoso asintió. —Sí. No nos ganamos estos trajes por ser amables y por compartir.

Fogonazo se alzó completamente y miró desafiante hacia Spur. —¿Algo más?

—Sí, —dijo Spur—. Mis “lacayos” necesitan la zona de Reserva de Perroverde despejada antes del amanecer. No pueden trabajar si no tienen espacio. Vuestro trabajo es conseguirlo.

—Lo cual hacemos muy bien, —dijo Fogonazo despreocupadamente—.Y a tiempo.

—Han acortado los plazos, —dijo Spur—. Y necesito que me digáis que lo habéis entendido.

—Entendido, —dijo Fogonazo—. Ahora vuelve a gritar a los peones y deja que la unidad de élite siga adelante con su trabajo.

Spur se pensó por un momento si darle una patada a la cabeza de la asura para arrancársela de cuajo, pero eso solo crearía más retrasos. —Ya seguiremos con esta discusión más adelante, —dijo, imaginando las hachas afiladas que aflorarían en esa conversación. Avisad cuando la sección de Reserva de Perroverde esté despejada.

Se dio media vuelta y se marchó con paso firme. Scarlet lo había dejado al mando de la línea de montaje y lo quemaría si no acababa a tiempo.

Y la siguiente persona que lo retrasase se encontraría con algunos miembros menos antes de que terminaran su primera frase.